¿Lo escuchó decir en alguna oportunidad? O tal vez “si comés sandía y tomás vino se te pone el estómago duro”, o “te agarra un infarto”. Hoy vamos a analizar uno de los mitos más famosos en el mundo del vino: el de la sandía mezclada con tinto y sus ¿letales? consecuencias. Comenzaremos con una leyenda y terminaremos con fundamentos químicos y científicos. Pero antes, debe prometer que luego de leer la nota no va a salir corriendo a comprar vino y sandía. Ya verá porqué se lo digo...
Cuenta la leyenda, que a fines de 1800 en algún lugar del mundo existía un monasterio, rodeado por una comunidad de fieles. En determinado momento, comenzaron a sucederse casos de violaciones sexuales en las inmediaciones de este asentamiento. El clero, raudamente acudió para investigar qué era lo que pasaba allí. Luego de analizar la situación durante varios días, no podían arribar a una conclusión que explicase lo que estaba ocurriendo.
No había una razón para justificar que en ese sitio sucedieran esos lamentables hechos. A tal punto era el desconcierto, que hasta llegaron a estudiar sus hábitos alimenticios. Transcurrido un período, detectaron que había una particularidad en esa región: se cultivaban uvas y sandías. Con las primeras realizaban vino, y las segundas las utilizaban como postre, consumiendo ambos productos a la vez. Curiosamente, luego de ingerir el vino y la sandía, la libido de los comensales crecía en forma exponencial.
Finalmente, la leyenda relata que la Iglesia, para ponerle un freno a tanta lujuria (aún sin entender muy bien las causas), estableció como norma informal para transmitir oralmente a sus fieles, que aquellos que mezclasen en sus comidas vino y sandía se irían al infierno, lo que posteriormente (por la deformación natural de los relatos con el correr del tiempo) se transformó en “si mezclás sandía con vino, te morís”. Hasta aquí, este folclórico relato nos da a entender que aquella afirmación es un mito, como así también cuál fue la causa de su nacimiento. Ahora pasemos a la explicación científica.
Antes que nada, tengamos en cuenta que por aquellos tiempos no existían ni por asomo los medicamentos de hoy en día, a lo cuales nuestros cuerpos están adaptados. Por lo tanto, cualquier “receta” natural surtía un efecto mucho mayor. Empecemos por la sandía: esta fruta contiene un aminoácido llamado L-arginina, que luego de ser metabolizado en el organismo por una enzima produce óxido nítrico. El óxido nítrico es un potente vaso-dilatador natural. Distintos medicamentos potencian la formación del mismo para tratar enfermedades coronarias, angina de pecho, y otras muchas.
Este, es justamente uno de los principales objetivos del citrato de sidenafilo, más conocido comercialmente como Viagra (¿va Usted entendiendo, no?). Ahora sigamos con el vino: todos los tintos contienen (en mayor o menor medida) los famosos polifenoles, de los que ya hablamos en notas anteriores por su potente efecto antioxidante, los cuales provienen de los hollejos de las uvas. Entre ellos se encuentran el resveratrol, la epicatequina, el ácido siríngico, la apigenina, la malvidina y el ácido elágico, todos promovedores de la formación de óxido nítrico, al igual que el aminoácido de la sandía. O sea, seguimos aumentando la dosis.
Pero esto no termina acá. Los tintos también poseen un tipo de alcohol llamado glicerol, que según la Organización Mundial de la Salud, disminuye las lesiones de los músculos de las arterias y favorece la relajación de las mismas. Y por último, el alcohol etílico, que consumido en dosis moderadas, y durante los primeros momentos de su efecto, provoca una elevación en los niveles de serotonina, que es un neurotransmisor que se encarga, entre otras cosas, de regular de deseo sexual.
Entonces tenemos una combinación de los efectos potentes de la L-arginina, con los polifenoles, el glicerol, y el alcohol etílico. Todo un cóctel afrodisíaco. Bien, creo que no hace falta agregar ninguna explicación más al respecto, se sobre entiende cuál es el efecto obtenido. Pero me gustaría contarle que los descubrimientos sobre las acciones del óxido nítrico en el cuerpo humano le valieron un premio Nobel en 1998 a los médicos Robert Furchgott y Ferid Murad, y al farmacéutico Louis Ignarro.
Por último, le aseguro que hay gran cantidad de estudios de todo tipo y color que demuestran y certifican todo lo expuesto, realizados por las clásicas universidades norteamericanas e inglesas, además de laboratorios privados. De hecho, para enriquecer aún más la nota quise buscar alguna fuente médica en internet, y realmente me sorprendió el volumen de experimentos realizados en torno a la famosa combinación de vino y sandía. Todos demuestran lo mismo.
He llegado a leer también un libro con algún ensayo sobre una teoría de un posible efecto negativo si el vino se bebiese a una temperatura superior a los 40 grados. Primero, no hay nada demostrado en la práctica, son sólo hipótesis fuera de lo científico. Segundo ¿quién va beber el vino a esa temperatura, si a los 25 grados ya se torna intomable? En definitiva, como Usted habrá notado, no hay absolutamente nada de mortal en combinar vino con sandía, y a la luz de lo explicado, podríamos decir que más bien todo lo contrario.
Diego Di Giacomo
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