miércoles, 30 de abril de 2014

¿La pornografía en Internet puede ser adictiva?

El gusto “excesivo” por el sexo o “adicción” al mismo ha tratado de conceptualizarse como una enfermedad. Intersex, adicción al sexo en la Red, subtipo de adicción al sexo. Para otros, un subtipo de adicción a Internet. Hipersexualidad, según otros especialistas. Con la llegada de Internet se han expandido también nuevas “prácticas sexuales” y el “interés” por mensurarlas y etiquetarlas, ¿quizá como enfermedad?

¿Cuándo la pornografía se volvió un problema de adicción?

Para muchos, la conexión a internet de alta velocidad ha cambiado la pornografía y la forma en que afecta a quienes suelen consumir este tipo de contenidos.

Las nuevas “enfermedades mentales” (que se preparan otra pandemia precocinada), entre ellos, el Síndrome de Riesgo de Psicosis, el Trastorno Mixto de Ansiedad Depresiva, el Trastorno Cognitivo Menor, el Trastorno de Atracones, el Trastorno Disfuncional del Carácter con Disforia, el Trastorno Coercitivo Parafílico, el Trastorno de Hipersexualidad y el de Adicciones conductuales. Sin embargo, lo que verdaderamente explica la adicción a la pornografía en Internet es algo más primigenio y propio de nuestro organismo y de todos los mamíferos: el efecto Coolidge.

Cuenta “El País”; que se ha descartado la adicción al sexo basándose en que no es posible definir qué constituye exactamente una actividad normal sexualmente hablando. Al no poder definir qué es una sexualidad normal, tampoco ha resultado posible de momento definir lo extraordinario y, por extensión, incluir el trastorno de hipersexualidad en el manual psiquiátrico de referencia.

Así que, teóricamente, no existe. En el equivalente europeo, el ICD-10 (la Clasificación Internacional de Enfermedades), sí cita un impulso sexual excesivo. Existe hasta una revista científica especializada: Sexual Addiction and Compulsivity.

Ahora, ¿Qué es el efecto Coolidge?

El efecto Coolidge es un fenómeno neurobiológico común a los mamíferos y que está ligado a su comportamiento sexual. Para explicar y entender este fenómeno basta con espiar la conducta sexual de las ratas en determinadas condiciones experimentales.


Al colocar distintas parejas de ratas en jaulas, el macho montará a la hembra receptiva con mucho ímpetu hasta eyacular y quedar exhausto. Luego, si a los machos los separamos en dos grupos y una de las mitades va a la misma jaula con las mismas hembras que antes y los otros machos son puestos en jaulas con una nueva hembra, el porcentaje de apareamiento y eyaculación será mayor en el caso de las ratas macho que fueron introducidos a la jaula con una nueva compañera sexual.

Entonces, se puede señalar que el deseo sexual y la voluntad de apareamiento crece con la novedad: si aparece una nueva hembra receptiva, el macho olvidará su cansancio y su indolencia, y volverá a la actividad placentera hasta quedar exhausto. En definitiva, podemos asegurar que el efecto Coolidge acelera la respuesta sexual del macho al introducir una nueva hembra a su entorno.

Ahora, debemos entender al efecto Coolidge como una estrategia evolutiva. Mirando el fenómeno desde esta perspectiva comprendemos que es un proceso neurobiológico que impulsa a las especies a procrearse, y asegurar su descendencia al expandir el número de compañeros sexuales. Y como dijimos, es un fenómeno común a todas o casi todas las especies de mamíferos, incluyendo al ser humano.

El efecto Coolidge y la adicción a la pornografía

Lo cierto es que el sexo y la dopamina van de la mano. La clave del efecto Coolidge reside en la producción de dopamina, un neurotransmisor al que se ha vinculado con las adicciones y la lujuria. El sistema de recompensa del cerebro libera dopamina, que conduce la voluntad y la necesidad de los animales de satisfacer sus apetencias sexuales.


Al disminuir la producción de dopamina, disminuye el deseo sexual. Por ello, las ratas del experimento anterior demoran cada vez más en eyacular con la misma hembra. Sin embargo, al colocar una nueva hembra en su jaula, el impulso sexual se acentúa, el macho copula más veces y eyacula más rápido; hasta que se cansa y el ciclo se repite.

Trasladar estos fenómenos al cerebro de los adolescentes que miran pornografía de forma obsesiva no es tan complicado. En el cerebro humano, el efecto Coolidge funciona de una manera similar. Un estudio australiano demostró que si a un grupo de hombres se les proyectaba una y otra vez las mismas escenas eróticas, el interés y la excitación decrecían. Pero al introducir nuevas escenas nunca antes vistas, el estímulo por la novedad ejercía su efecto medible en erecciones. Una vez más, la dopamina es la culpable, haciendo que la excitación crezca, sin importar cuanto sexo hayas visto –o tenido– el cerebro, de una forma primitiva, necesita el estímulo para que alcances tu satisfacción y en la más primigenia de las posibilidades, te reproduzcas.

Así, al mirar pornografía en Internet es obvio que la disponibilidad de miles y miles de nuevas escenas, y horas y horas de filmaciones actuarán en tu cerebro. La novedad es constante en este negocio. Cada nueva búsqueda en Internet es una nueva posibilidad, una nueva escena, y genera la misma respuesta del cerebro a esa novedad estimulante.

Ahora, el exceso de dopamina provoca cambios a nivel molecular en el cerebro, afectando al sistema de recompensa. Entonces, crece la demanda de dopamina, y el circuito se enciende una vez más: es necesario el porno para que el cerebro tenga la dopamina que quiere. De esta manera, la pornografía se vuelve adictiva.

¿La adicción a la pornografía es un problema?

¿Hay consecuencias? Bueno, la adicción a la pornografía puede ser un problema, ya que el cerebro se acostumbra a que esos picos de dopamina solo sean posibles mediante el consumo de pornografía, dejando otras actividades e intereses en segundo plano. Asimismo, esta adicción podría traer aparejadas disfunciones sexuales, por ejemplo, además de ansiedad, irritabilidad, y problemas de atención.


En el caso de los adolescentes, estos comienzan a consumir pornografía cuando se encuentran en su pico de producción de dopamina, lo que los hace más vulnerables y proclives a padecer adicción a la pornografía.

Sea como fuere, Allen Frances -ex jefe del Grupo de Tareas del DSM-IV- ofrece en su escrito Abriendo la Caja de Pandora: las 19 peores sugerencias del DSM-V algunas nociones sobre esas supuestas “enfermedades mentales”.

Del Trastorno de Hipersexualidad comenta que será: “un regalo para los buscadores de excusas en los falsos positivos y un potencial desastre forense”.

Añadiría que con las denominadas Adicciones conductuales lo que se estaría medicando, llegado el caso, son elecciones de vida, erróneas o no, éticas o morales o no, mejorables o no, pero lo cierto es que cualquier persona podría ser considerada mentalmente enferma y medicada si es considerada simplemente adicta a las compras, al sexo, al trabajo, al fútbol, a la tarjeta de crédito o a los videojuegos.

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